
“Una mujer quería comprar un hermoso pastel, así que fue a buscar a un pastelero que era famoso por los sorprendentes pasteles que hacía.
Pero cuyos precios obviamente también eran un poco elevados debido a la calidad de su trabajo.
El pastelero le cotizó el pastel a la dama y a ésta le pareció extremadamente caro, así que el pastelero le preguntó cuánto le parecía que ella debería pagar por ese pastel, a lo que ella respondió “X” cantidad. “Verá usted”, dijo la dama “el harina cuesta tanto, los huevos, tanto, el fondant, tanto, hasta el molde puede llegar a costar, tanto. Así que, creo que ese es el precio justo”.
El pastelero aceptó el trato y le prometió su pastel para la fecha pactada.
La dama se fue encantada a platicarle a sus amistades el fabuloso trato que había hecho y presumiendo lo inteligente que era.
Se llegó el día de la entrega del pastel, y la dama estaba ansiosa de recibirlo. Cuando tocaron a la puerta y ella vio al pastelero con la enorme caja, se apresuró a abrirla para ver el hermoso pastel, pero para su sorpresa, la caja sólo traía: harina, huevos, fondant, etc. y hasta un molde.
La mujer enfurecida reclamó al pastelero: “¡¿Cómo pudo haberme hecho esto a mí?, ¡se supone que yo pagué por un pastel!”.
A lo que el pastelero respetuosamente respondió: “No señora, usted pagó por la materia prima, nunca pagó por mi tiempo y mi trabajo, así que si algo falta en esta caja, tiene que pagar por él. Con su permiso.”
Moraleja: Cuando compras un pastel, no estás pagando por los ingredientes únicamente. Estás comprando: el pastel, los conocimientos, el tiempo, el esfuerzo, la habilidad, la dedicación y el amor que van implícitos en el pastel”